12 de marzo de 2011

The river

Os dejo aquí un relato que escribí hace poco, espero que disfrutéis de él, no olvidéis escuchar la canción mientras lo leéis, así se podrá entender mejor. 
Todo cambió aquel día, estaba escuchando una recopilación de todos sus discos mientras leía un libro, me encantaba percibir su voz, para, de alguna manera, sentirlo a cada instante a mi lado. Tarareaba las canciones que sonaban, pues las había escuchado millones de veces, formaban parte de él, por lo tanto de mí.

La melodía comenzó con el lamento desgarrado de una armónica. Me paré en seco, habría jurado al diablo que había escuchado todas las canciones compuestas por mi marido, pero esa no la conseguía recordar, sin embargo, a la vez era tan cercana a mí que representaba un grito de socorro de ese dulce instrumento afligido y suplicante.

Su voz cantaba con el tono habitual. Cuando reveló con la letra el motivo de la canción, mi emoción resbalaba por las mejillas.

“Me and Mary we met in high school 
when she was just seventeen”

Creo que en ese momento comenzaron a encajar muchas piezas, el porqué de tanto secretismo respecto a su último disco, publicado hace poco. Las horas de grabaciones a las que no me dejó asistir, o a sus ensayos.

Solo hacía siete años que comenzó su carrera musical, por lo que el éxito que tenía entonces no era tan abrumador como el de hoy en día, nuestra situación económica había mejorado, pero tampoco había cambiado demasiado nuestro estilo de vida, queríamos conservarnos sin que el éxito transformase nuestras almas. Ya que yo también había comenzado mi propia carrera musical.

Esa frase me hizo evocar miles de momentos, principalmente el día en el que le conocí, tenía un año más que yo. Sólo éramos un par de adolescentes que buscaban alguien atractivo, pero él era diferente, lo percibí. Nos presentaron, y poco a poco, con la llama que llevábamos dentro, fuimos encontrando momentos en los que escaparnos de todo.

“We’d go down to the river
and into the river we’d dive
Oh down to the river 
we’d ride”

Los recuerdos se amontonaban en la memoria exigiendo salir. Me sentía aturdida, narraba nuestra historia de amor. Pero, ¿Por qué? Me acerqué a los altavoces, queriendo sacar de ellos esa respuesta.

“We went down to the courthouse 
and the judge put it all to rest
No wedding day smiles 
no walk down the aisle
No flowers, no wedding dress”

Esas palabras me hicieron entender casi todo, recordé cuando me quedé embarazada de nuestro primer hijo, cuando se lo dije,  la angustia que recorría su rostro. Nuestra boda, precipitada por el estado avanzado de gestación. Recordé el terror que sentí ese día, la incertidumbre que se cernía sobre el futuro. Fue una jornada de palabras fraudulentas, amables y cordiales que no  reflejaban  realmente nuestro interior.

Y la canción seguía sonando, sacando todo aquello que habíamos querido ocultar con unas cuantas sonrisas fingidas.

“Now all the things 
that seemed so important
Well mister they vanished right into the air
now I just act like I don’t remember, 
Mary acts like she don’t care”

Al oír esas palabras, que me dañaron como pocas lo habían hecho, supe todo. Había sufrido, habíamos sufrido mucho los dos. Habíamos disimulado en el silencio, en la rutina, en los actos sociales, en las presentaciones, o en los besos de despedida cuando él se iba a trabajar. Una especie de amor cortés que se había empeñado en ocultar la pasión que realmente sentíamos.

“But I remember us 
riding in my brother’s car
her body tan and wet down at the reservoir 
at night on them banks Id lie awake
And pull her close 
just to feel each breath shed take”

Brollaron de mis ojos todas las lágrimas que con el tiempo había aprendido a reprimir, y pude rememorar los numerosos instantes en los que la pasión se instalaba entre nosotros, en los que no había ninguna máscara, solo el deseo que sentíamos el uno por el otro.

El momento de felicidad ante el nacimiento de nuestro primer bebé. O la emoción de ver a padre e hijo sonreír mientras el primero le hacía carantoñas a nuestra nueva preocupación y amor en esta vida. Me acordé de aquel río, sabía que en parte no era más que otra expresión metafórica sobre el cambio que sufríamos, pero realmente existía ese rincón.

Un escondrijo en el que éramos yo y él, nos bañábamos desnudos en aquel riachuelo, y después, hacíamos el amor, muy lentamente, como si fuese la última vez que nuestros cuerpos fuesen a rozarse. Finalmente, rodábamos en la hierba, abrazados, mientras él me mantenía a su vera para escuchar el sonido de mi respiración, tranquila y pausada.

“Now those memories 
come back to haunt me, 
they haunt me like a curse
Is a dream a lie 
if it don’t come true
Or is it something worse that sends me”

Su voz se desgarraba al confesar que estos recuerdos le atormentaban y perseguían como si de una maldición se tratase, terminaba de cantar la letra y los instrumentos seguían tarareando la melodía.

Estaba totalmente alterada, no puedo recordar exactamente cuántas veces escuché la canción, pero la interioricé, la hice mía, incluso más que las otras, pues sabía que esta me pertenecía. Lloré, reí, saqué todo aquello que había luchado por ignorar.

Cuando Bruce llegó a casa, y me vio de este modo, con la melodía todavía sonando de fondo, se sentó a mi lado, y nos miramos como si fuese la primera vez, para fundirnos en un dulce primer beso después de mucho tiempo.

Ahora las cosas han cambiado, desde luego nosotros no. A partir de ese momento, vivimos cada día como si fuese único, las sonrisas han vuelto a establecerse en nuestro hogar y la alegría se ha instalado de modo definitivo.

Todavía vamos al río, a sumergirnos, pues el amor es el pozo donde acumulamos toda nuestra felicidad y libertad, para no olvidar que está ahí, para que no pueda llegar a desparecer o para que no llegue a caer en el olvido, esa relegación en la que había vivido tantos años.

No hay comentarios: